Habla con tanto sentido que parece que habla mucho. Pero no habla tanto, sino que está en todo lo que dice. Debe ser porque se ha acostumbrado a ir corriendo del plató al escenario, pasando por algún que otro set de cine y sacando además tiempo para atender a su familia. Le entrevistamos sobre el escenario del Teatro Arlequín, en donde este otoño vuelve a representar Cinco horas con Mario, después del éxito del año pasado. Incluso disfrazada de la anticuada Carmen Sotillo, la viuda conservadora y poco comprensiva del difunto Mario, el atractivo de esta camaleónica actriz es evidente. Se ríe con ganas ante algunas de las preguntas, confiesa que tiene más admiradoras entre las mujeres que entre los hombres –“cosa que no me importa en absoluto”– y también sabe ponerse seria sin darse ninguna importancia por ello. La conocemos de El súper, Un paso adelante, El internado o Amar en tiempos revueltos. Eso en la tele, porque en el teatro es en gran parte responsable del éxito de las reposiciones de grandes musicales como Chicago o Cabaret.
Hace usted de todo: canta, baila, actúa, ¿sabe cocinar, también?
Mal. Me esmero, hay algún postre que no me sale mal… pero no tengo ese talento. Sin embargo, yo creo que todo en la vida es cuestión de trabajárselo.
O sea, que sigue aspirando a ser la mujer perfecta.
La verdad es que no. Pero sí me gustaría saber cocinar. Dar de comer a los demás es algo muy bonito.
Ha dicho usted alguna vez que sus comienzos no fueron nada prometedores. Pero insistió, insistió y aquí está.
Prometedores sí. Si hubiese pensado que esto no podía ser, no hubiese insistido. Pero no fue fácil. En fin, hay pocos casos en los que los principios sean fáciles.
Aunque ya le conocía por El Súper, la serie Un paso adelante fue la que le hizo definitivamente popular. Para usted, la serie hizo honor a su nombre, supuso un verdadero paso adelante.
Es la serie que recuerdo con más cariño. Estaba contando una historia sobre mi mundo, sobre mi vocación, sobre mi oficio. Un oficio que adoro, aunque tenga momentos duros y difíciles. Fue delicioso. Además, recuerdo con mucho cariño a todos los compañeros que pasaron por allí.
Habla usted de su vocación, pero su vocación es múltiple: baile, canción y actuación. ¿Qué fue primero?
Es una sola vocación: querer ser animal de escenario. Para eso, tienes que intentar dominar todos los lenguajes de la escena. Todo lo que tiene que ver con la voz, con el cuerpo, con la palabra.
Entonces, tiene algo de misterio de la Santísima Trinidad: tres actividades y una sola vocación verdadera.
(Risas) Te aseguro que es una sola. Es como el pintor, que tiene que dominar el óleo, la acuarela, el retrato, el paisaje o el lenguaje abstracto. La culpable fue la película All That Jazz, de Bob Fosse. Ya lo he contado alguna vez: yo salí del cine diciendo: yo quiero hacer eso. Quiero cantar, bailar y actuar.
Después de Un paso adelante entró en El Internado y aquello era más claustrofóbico.
Sí, bastante más. Pero estoy orgullosa de haber participado en esa serie porque fue una serie pionera. Me acuerdo que en la rueda de prensa la gente preguntaba que qué era aquello, que si un Al salir de clase mezclado con Harry Potter. Y a partir de ahí empezó toda una saga de series de misterio con mucho éxito.
Dicen que entre rodajes de televisión y teatro vive a la carrera. Hay que aprovechar la cresta de la ola, ¿no?
Claro. Y sobre todo ahora que las cosas están tan difíciles. No se puede decir que no. Cualquier trabajo es una lotería hoy en día.
Hace hasta promoción de una marca de cosméticos, si no estoy equivocado. ¿Tanta importancia tiene la coquetería para usted?
Sobre todo, el cuidado de la piel que es de alguna manera tu tarjeta de presentación. El aspecto físico es muy importante para un actor. Pero si no hubiera tenido fe en esos productos te aseguro que no los hubiera anunciado. Estaban muy bien y, de hecho, los sigo usando. Y que conste que ya ha terminado la campaña y ya no me pagan (risas).
Y, encima, es madre. O sea, que va rizando el rizo de la optimización del tiempo. ¿Cómo lo consigue: lee muchos libros de super-ejecutivos sobre gestión del tiempo?
Ojalá tuviera más tiempo para leer. Pero creo no serían esos libros los que elegiría. Con ganas, todo se hace. Y sí, cuando eres madre, te crecen brazos y llegas adonde nunca habrías pensado que llegarías. Es como lo de la vocación: sarna con gusto no pica.
Tiene muchos fans. He visto hasta una web no oficial suya. Esto, ¿le halaga, le asusta, ni le va ni le viene?
Me halaga. De hecho, las responsables están por aquí. Yo no estoy registrada en ninguna red social. Me he quedado un poco antigua en ese sentido.
Ha pasado de todo el oropel de Cabaret y Chicago al intimismo de Cinco horas con Mario. ¿No echa de menos la pluma, la música, la frivolidad del Cabaret?
Sí, un poquito sí. Eso me encanta, es lo que más me tira. Pero tener un texto como éste entre las manos, entre los labios, es un absoluto privilegio. Es una de las muchas cosas buenas de esto: poder cambiar de piel, de época, de personalidad. Es maravilloso y divertido.
La obra se basa en un texto ya antiguo de Miguel Delibes. ¿Tiene algo que decirnos a la gente de hoy?
Muchísimo. A mí me hace pensar en algo que creo que es fundamental hoy día: la importancia de escucharnos los unos a los otros. Refleja dos formas de pensar muy diferentes: la políticamente correcta de aquel entonces y una que tampoco es el otro extremo, porque Mario es un hombre moderado, lleno de contradicciones, que está contra el franquismo pero que al mismo tiempo tiene unos principios cristianos muy arraigados. Pero, sobre todo, era un moderado y una persona justa. Ella, en cambio, es una persona de unos principios muy extremos, de derecha a ultranza. Ese no diálogo que hay entre ellos puede hacer mucho daño. Y, hoy en día, es importante que nos demos cuenta de eso: de los males que puede acarrear la falta de diálogo. Es fundamental que nos escuchemos y que intentemos llegar a acuerdos. Sólo así podremos salir de esta situación tan dura.
Recuerdo que, cuando leí la novela, la protagonista, Carmen Sotillo, me sacaba de quicio. Me parecía una mujer tan vulgar, tan convencional, tan poco empática con su pobre marido.
Desde luego. Es odiosa.
Nada que ver con usted, imagino. No la veo nada convencional.
Bueno, gracias (risas). Eso es lo divertido. Es mucho más estimulante hacer personajes que no tienen nada que ver contigo, porque –otra de las cosas divertidas de esto–para hacer un personaje tienes que intentar comprenderle. No le puedes juzgar. Tienes que intentar empatizar y entender sus porqués, aunque no los compartas. Eso desarrolla la empatía, la solidaridad. Ésta es la base del entendimiento. Y sólo así puedes llegar a entender algunas cosas de los seres humanos.
Es usted experta en hacer olvidar mitos, o intentarlo. En Cabaret peleaba con el fantasma de Liza Minelli, en Chicago con el de Catherine Zeta-Jones y en Cinco Horas con el de Lola Herrera.
Esto es otro motivo de orgullo: Que alguien haya confiado en mí para hacer personajes que han hecho tres grandes como las que acabas de nombrar. Es un halago muy grande.
También es una prueba de que no le asustan los retos.
Es que si le asustan a uno los retos, mejor que no nazca, porque la vida es un reto desde el principio.
Imagino que no la necesita, pero, ¿le ha dado Lola Herrera su bendición?
Yo creo que sí. Cuando José Sámano me ofreció el personaje y yo la llamé para pedirle la venia, ella me dio grandes consejos. Es una grandísima actriz a la que admiro y respeto muchísimo y cuyo nombre estará ligado al de esta obra para siempre. Para mí es un honor tener ahora conmigo estas palabras que han estado con ella durante tantos años.
fuente: 21rs