«La gente joven quiere el éxito rápido, estar ahí ya»

Para los profesionales, el de Madrid es el mejor «Cabaret» montado fuera de Broadway. El mejor musical hecho en España. En el papel que consagró a Minelli, Natalia Millán.

¿Sally Bowles, de «Cabaret», la cumbre para una actriz total?
Para mí, sí.

Cantar, bailar, actuar… ¡Nada sencillo!
No, no es algo que se logre de la noche a la mañana.

O sea, que la escena real no es una «Operación Triunfo».
Esto es más una carrera de fondo que un concurso fugaz.

¿Natalia Millán, el prototipo de una nueva generación de actores?
Yo me sentí un poco sola cuando intentaba abarcarlo todo…Se exigía que me definiera… Ahora la gente joven se prepara de una manera integral.

Para Cabrera Infante hay un antes y un después del «Cabaret» de Bob Fosse. Por «el poder de las piernas y los muslos femeninos», dice.
No es un musical amable. Todo lo sexual está muy presente, sin ningún tipo de tabú. Es una gran metáfora sobre la Alemania de 1931.

Impresiona su Sally Bowles. ¡La Millán, una nueva estrella!
¡No tengo esa visión de mí! ¡Sally es un poco la antiestrella!

Liza Minnelli comenzó en la farándula siendo niña, usted a los 15 años decide dedicarse a esto. Estudia en el TAI.
Con 13 años, me dejó tocada, precisamente, «Cabaret». Tras ver «All That Jazz» dije: «Me quiero dedicar a esto».

¡Aprendió Danza Española, en la Escuela del Ballet Nacional!
Acompañé a una amiga a una prueba para entrar en la Escuela… Ella no entró y yo sí. Estuve con Antonio y María de Avila. Un año. No era lo mío.

Lo clásico y lo contemporáneo con Roche o Tanguay.
Sobre todo, me atrapó la danza contemporánea. Y llegaron los primeros musicales… Pensé que era «una vida de mariposa» que no me podía perder.

Aprendió expresión corporal y a actuar con Eines, Llopis, Olmos…
Trabajando con ellos… Uno se forma de verdad trabajando.

Y, además, estudia canto en escuelas de música…
Estaba obligada. Mi primer trabajo fue como cantante, en «My fair lady». Pero no me considero cantante… Soy actriz y puedo cantar.

Comienza su carrera profesional en aquella primera tanda de musicales de los años 80: «My fair lady», con Alonso Millán; «Mata-Hari», con Marsillach; «Jesucristo Superstar», con Azpilicueta, o «La Reina del Nilo», de Alpuente.
Fue mágico conocer el teatro por dentro con los musicales.

Un resplandor que se apagó de la noche a la mañana. ¿Qué pasó?
El poder adquisitivo de los españoles era inferior al actual…

Ahora, otro resplandor. Tras «El hombre de la Mancha» o «El fantasma de la Opera», su «Cabaret»… y la semana pasada, «Cats». Entre otros musicales…
Hay empresarios importantes… Hay profesionales jóvenes muy preparados… Y la gente tiene más dinero… Son espectáculos caros.

Productoras multinacionales, como ésta de CIE-Stage Holding.
Me da miedo que estas producciones se coman a las tradicionales. Pero traen público al teatro, lo más enriquecedor dentro de las opciones de ocio.

Equipo de dirección norteamericano, el de Broadway. La semana pasada, ensayos de control.
¡Durísimos! Muy meticulosos. Con gran respeto por nuestra iniciativa.

¿Vamos hacia un parque temático de musicales?
En cualquier caso, un parque temático que no está nada mal.

Usted intervino en aquellas «Mata-Hari» y «La Reina del Nilo»…¿Qué pasa con la producción española de musicales?
De no ser cosas muy asentadas o muy tradicionales, no nos atrevemos…

Está el universo de la zarzuela… O el flamenco… Usted, hasta bailaora…
Falta la labor de creación. ¡Y el patrón americano come terreno!

¿Podemos decir que usted ha vuelto al musical por casualidad?
Ya tenía la sensación de que había perdido el tren…

Después de hacer mucho teatro, y del bueno, el personal la comenzó a conocer por «El Super», en televisión, donde estuvo tres años y medio.
¡Mi primera responsabilidad como protagonista! En una serie diaria. Trabajo a destajo. Exploré todos mis registros como actriz.

«Policías»… Y la popularidad, sobre todo, con «Un paso adelante».
Un personaje muy duro. Me permitió desempolvar mi lado de bailarina.

Llegó un momento en que dejó el teatro por la tele. Cuando usted estaba, ni más ni menos, con la Compañía Nacional de Teatro Clásico, con Marsillach, haciendo «Fuenteovejuna», «La Gran Sultana»…
Yo estaba embarazada… Vino una etapa de reflexión. Aunque no me gustan las cámaras, ni las fotos, ni los book, abrí el abanico profesional.

Ultimamente, simultaneándolo con la TV, ha hecho teatro de postín: «La música», de Duras, con Eines, en Ensayo 100, y «El cementerio de automóviles», de Arrabal, con Pérez de la Fuente, en el CDN.
«Cementerio» era un salto al vacío constante, desde los símbolos. «La música» fue un buceo en los sentimientos, sin concesiones al gustar.

¿Qué pasa con el teatro convencional en Madrid?
Hay mucho producto teatral que es más televisión que teatro…

No ha dejado de hacer protagonistas en el cine: en «Salvaje», de Llamas, y en «Nubes de verano», de Felipe Vega.
En «Salvaje», un trabajo meteórico, en doce días. «Nubes» espera ver la luz, un trabajo muy especial, con un buen guión de Vega y de Manuel Hidalgo.

Los del cine tampoco paran de quejarse.
A veces parece que arranca. ¡Y no! Creo que faltan guionistas.

En un tiempo, más de un año, estuvo con Aute y su «Templo».
Su trabajo más multidisciplinar… Yo recitaba poemas, cantaba «De alguna manera, tendré que olvidarte»… La temática era la intersección entre la religión y la pasión… Un punto sacrílego…Aute es fascinante.

Bueno, «Cabaret». «Dejen sus problemas en la puerta. ¿Qué la vida es complicada? Aquí dentro la vida es hermosa». Pero es un musical político.
Se plantean problemas como el racismo, la xenofobia, la amenaza de los totalitarismo, la guerra. En lo más individual, el materialismo general…

Un personaje de teatro por el que hasta dejaría «Cabaret»…
¡El personaje de «Cabaret» no voy a dejarlo, voy a vivirlo hasta el final! Pero si hay un personaje de teatro que me fascina desde jovencita es el de Titania, de «El sueño de una noche de verano», de Shakespeare.

Se dice que en «Cabaret» hay más camareros que artistas…
Hay bastantes camareros… Y eso tiene el peligro de que en algún momento se confunda teatro con sala de fiestas. ¡Un riesgo interesante!

Alguno de esos camareros es actor en paro.
Sé de un bailarín. ¡Una tradición! La de los actores que ponen copas.

Hay un chiste… «¿Qué le dice un actor en paro a otro que está trabajando?» «¿ ?» «¡Un gin-tonic, por favor!»
O ese… «El otro día te vi en la Gran Vía». «¿Y cómo estuve?»

¿Desde la atalaya del éxito, cómo se ve al actor español?
La gente muy joven, contaminada por todos los engendros televisivos, quiere el éxito rápido, estar ahí ya. Esto puede empobrecer la buena cantera. ¿Qué hay que hacer concesiones? ¡Pero manteniendo el equilibrio!

¿Qué siga el espectáculo?
Claro, que siga. Siempre.

fuente: El Mundo (22.13.2003)

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