Detrás de un rostro muy popular como el de Natalia Millán, por series como El súper, Un paso adelante, El internado o Amar en tiempos revueltos, se esconde una larga y polifacética carrera teatral. Y con el último reto de ser la Carmen Sotillo de Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes. La actriz madrileña lleva tres años con el monólogo que cambió la vida de Lola Herrera. Próxima parada, el Goya. Desde hoy hasta el 11 de octubre.
¿Cómo reaccionó ante la llamada del productor José Sámano?
No lo pensé. Soy devota de Delibes y me tocó la lotería. Después de colgar llamé a Lola. De alguna forma tenía que pedirle permiso y consejos.
¿Qué le dijo?
Es una gran compañera y había trabajado con ella en Un paso adelante. Me enfrentaba a un trabajo demoledor y me dio uno simple y esencial: «Confía en el texto; ahí esta todo». Te has de abandonar y dejarte llevar. Se trata de que el verbo de Delibes fluya a través tuyo.
¿Repasó su trabajo en vídeos?
Había visto la obra unos años antes y pensé: «¡Díos mío! Si yo pudiera hacer ese personaje…». Pero creo que repasar el trabajo de otro intérprete no debe hacerse nunca, porque eres tú quien debe abordar el personaje.
Sí tuvo con Josefina Molina a la misma directora que Lola.
Pienso que esta obra tiene que estar dirigida por una mujer. Y las personas que más saben de Cinco horas con Mario son Josefina Molina, José Sámano y Lola Herrera. Con ese legado era complicado hacerlo mal.
Cinco horas con Mario es un retrato de la España del final de los 60. ¿Cree que, cinco décadas después, aún resuena alguna de sus denuncias?
Hay más similitudes de las que creemos. La más extrema es una situación que arranca una carcajada del público con unas frases racistas. En ese momento ves cómo el escenario hace la función de espejo deformante; nos reímos de nosotros.
La fama le ha llegado con la tele pero sus inicios fueron muy distintos.
Empecé como actriz vinculada a la danza y la música. Lo que me movió a dedicarme a esta profesión fue el musical All that jazz y Bob Fosse.
Y se atrevió con los papeles de Liza Minnelli y Catherine Zeta-Jones en Cabaret y Chicago. Parece que no le asustan los grandes retos.
Nunca se puede dejar nada por el miedo al fracaso. Y con clásicos y musicales siempre estás expuesta a las comparaciones. Me gusta que en mis trabajos me hayan precedido grandes actrices; es un estímulo.
¿Confía en que obras como esta le ayuden a ser conocida no solo por ser una gran intérprete de series?
Yo piso mi casa cuando subo al escenario y no me apetecía nada hacer televisión, pero si no haces estás en la sombra. Fue una decisión pragmática al formar una familia. Tengo el convencimiento de que desde el sofá se trae gente al teatro. Hemos tenido público de otros países porque conocen series como El internado.
Por cierto, en la tele no solo ha hecho series. También programas alimenticios como ¡Mira quién salta!
Durante años tuve la suerte de poder escoger. Ahora no me atrevo a decir que no prácticamente a nada.
fuente: El Periódico de Catalunya