¿Tenía algún otro proyecto cuando la llamaron para hacer Cinco horas con Mario?
Estaba con Chicago, entusiasmada, porque ha supuesto uno de los momentos más bonitos que he vivido profesionalmente, y había una gira por delante… La decisión de dejarlo no fue fácil, pero sentía que no me podía perder esta oportunidad.
¿Cómo se afronta la preparación de un monólogo tan denso?
El volumen del texto es tal que sumando todo el que he estudiado en mi vida no sé si llego a lo que es Cinco horas con Mario (risas). Estudiarlo, y simultaneándolo con Chicago y El internado, no fue fácil.
¿Y el interpretar a un personaje con el que no puede coincidir en edad y fecha?
Desde que transcurre la obra han pasado cuarenta y tantos años, pero la evolución que ha tenido nuestro país ha sido tan brutal que nos pilla mucho más lejano. Para comprender la mentalidad o determinadas cuestiones que se nombran en la obra, siempre estaba allí Josefina Molina para darme luz sobre el marco social, político e histórico. Me provoca una gran alegría ver que hemos evolucionado tanto y para bien, a pesar de todos nuestros problemas y nuestras crisis; sobre todo para la mujer el cambio ha sido abismal. Luego, en cuanto a sensibilidad, los humanos tampoco hemos cambiado tanto desde los australopitecus, yo creo (risas).
¿Qué le ha aportado Carmen Sotillo?
Me ha hecho pensar. Aunque en una primera lectura te ves tan alejado de un personaje así, al intentar comprender sus razones, te das cuenta de que no estamos tan lejos. Puede que todos llevemos una Carmen Sotillo dentro, con la que hay tener mucho cuidadito. Me parece que sus sentimientos clasistas y racistas están muy presentes en nuestra sociedad y te contagian sin avisar. Lo importante es detectarlo y someterlo de la manera más adecuada.
Tengo que preguntar por Lola Herrera…
¡Y yo encantada de que me preguntes por ella!
¿Teme la comparación?
Me parece un privilegio absoluto que se me compare nada menos que con doña Lola Herrera. Salga parada como salga. Ella lo ha hecho durante muchísimos años con todos los éxitos, y se han escrito páginas de la historia con su nombre y el de Carmen Sotillo. Pero eso no me quita nada de ilusión, al revés, es estimulante. Y no lo vivo como una competición. Yo haré las cosas lo mejor que sepa.
¿Le dio algún consejo?
Muchos y buenísimos, porque es muy generosa. El mejor, que confiara en el texto, que ahí estaba todo.
¿Cómo se lleva un ritmo de trabajo como el que supuso compaginar Chicago y El internado con la preparación de Cinco horas…? ¿Qué lugar ocupa el trabajo en su vida?
En esos momentos, lo ocupa todo y más: hipotecas, vida personal, sueño, comidas… No es lo deseable, pero los proyectos son ahora o nunca, son lentejas. Se hace sacando energía y tiempo de donde nunca hubieras pensado que había. Pero fue un tiempo breve; si se prolonga mucho, desde luego, caes enfermo.
Esta inestabilidad tendrán que compensarla con otras cosas…
Esto nunca se sabe hasta cuándo dura, aunque ahora es algo que le sucede ahora a toda la sociedad. Pero lo coges porque es un privilegio ganarte la vida jugando. Y que sea un placer ganarse la vida, eso es una maravilla.
¿Podría ganarse la vida de otra forma?
Nunca he hecho nada que no tenga que ver con esto. Espero no verme en la tesitura, pero la verdad es que soy una perfecta inútil para cualquier otra cosa (risas).
¿Es consciente de la importancia de su versatilidad?
Yo quería ser una actriz que pudiera cantar y bailar, como las americanas. Y empecé a trabajar muy pronto para poder pagarme las clases para aprender a hacer estas cosas; mi fin nunca fue ser una estrella ni triunfar. Hubo muchísimo esfuerzo, horas de dedicación, clases que no eran baratas… De repente, surge Un paso adelante, y necesitan una profesora de danza. Y luego resurgen los musicales. Todo sirve en algún momento…
¿Esa formación, la da la escuela o la vida?
Sobre todo en cuanto a danza y voz, ser autodidacta es muy complicado. En el caso de la interpretación, la experiencia sobre las tablas es tan importante como la formación académica. Los años juegan a favor de los actores. Aunque pueda parecer que tiene un declive físico, el actor hasta el último día de trabajo sigue progresando.
¿Habrá que jubilarse algún día?
Todavía queda, y tal y como están las cosas parece que jubilarse cada vez lo vamos a hacer más tarde (risas). De todas formas, el actor no se hace viejo, se hace mayor de otra forma: tienes que mantenerse muy despierto intelectualmente, muy abierto a lo que te rodea, siempre estás en contacto con gente joven…
¿Cómo se le acerca la gente?
Afortunadamente, con mucho respeto y mucho cariño. Te manifiestan que les agrada lo que haces, lo cual no deja de ser un premio. Pero soy un poco tímida, me gusta pasar desapercibida por la calle y mirar más que ser observada.
¿Algún truco?
Gorro y gafas, nada nuevo (risas). Y tampoco sirve para mucho.
fuente: 20 Minutos
Preciosa !!!!!!!!!!!!!!