¿Estamos ante el reto más importante de la carrera de Natalia Millán?
Es un desafío muy grande, pero yo no puedo decir eso. Me siento una privilegiada por tener este personaje entre mis manos, pero no puedo decir que hacer esto sea mayor desafío que interpretar un Shakespeare o un Cervantes.
¿No le dan miedo las comparaciones con su predecesora, Lola Herrera?
No, si me dieran miedo hubiera rechazado la propuesta. El nombre de Lola Herrera siempre va a estar asociado a esta obra y eso nadie lo va a olvidar. Intento hacerlo lo mejor posible y disfrutar de esta joya.
¿Le ha dado ella algún consejo?
La llamé después de que me ofrecieran el papel y me dijo que confiara en el texto de Delibes porque ahí está todo. Y es verdad.
Supongo que sabrá que Delibes pidió una actriz “mona, pero no de relumbrón” para sustituir a Lola Herrera…
Sí, me parece muy bonito que pensaran en mí después de esas consignas que dio el maestro.
¿Cree que a Delibes le hubiera gustado su interpretación de Carmen Sotillo?
Ojalá. Su familia me ha dicho que mi trabajo le habría gustado mucho.
¿Qué es lo que tiene la obra para funcionar a pesar de que parece poco comercial?
Yo creo que el secreto es el texto de Delibes: tiene vida y es muy visual.
¿Cómo diablos se aprende un actor un monólogo de hora y media?
Con mucho trabajo. He llegado a estar obsesionada con el texto, a despertarme por las noches sin pensar por mí misma…
Usted está casi todo el rato sola en el escenario: menuda responsabilidad…
Sí, da un poco de miedo, pero es muy gratificante porque la conexión con el público es especial.
Uno de los temas que aborda la obra es la falta de comunicación: tan presente hace 50 años como hoy. ¿No le da la sensación de que cada vez nos relacionamos menos a pesar de Twitter, Facebook y demás?
Sí, cada vez tenemos menos encuentros personales y le damos demasiada prioridad al mensaje de texto. Es una pena.
He leído que ha dicho que “el oficio de actor tiene más que ver con la artesanía que con la pirotecnia”. ¿Se equivocan aquellos que buscan el éxito fácil?
Totalmente, pero eso es un poco el mal de estos tiempos. Mi motivación nunca ha sido esa, nunca he tenido prisa por alcanzar el éxito. De hecho, siempre que me han propuesto algún reto que yo creía que me venía demasiado grande, no lo he aceptado, por muy pirotécnico que fuera.
También ha dicho: “El mal de la televisión es que busca el máximo beneficio haciendo la menor inversión y a costa de lo que sea”. ¿Cambiarán las cosas algún día?
Esa es mi esperanza: como actriz, como espectadora y como madre. Espero que en algún momento la gente se aburra de la tele que hay y se demanden otras cosas. Me da mucho miedo la capacidad educativa que tiene la tele: se le da voz a personajes que es mejor que estén callados. En mi casa se ve poco.
fuente: tiempodehoy.com