Angélica se siente culpable por la muerte de Chelo

Víktor cree haber perdido su sello y se pone muy nervioso, pero no sabe que su mujer lo ha recogido con las demás cosas para poner orden. Cuando Angélica lo encuentra, no está dispuesta a devolvérselo hasta que su marido no le diga por qué es tan importante para él. Después de un rato discutiendo, el hombre decide revelarle a su mujer el valor del sello: es único, una rareza histórica que vale más de todas las posesiones de la pareja. Pero para venderlo y ganar el dinero que vale tendrían que ir a Estados Unidos y como no es el momento, tienen que guardarlo y aprovechar el momento justo para irse y poder venderlo al mejor precio.

Más tarde los dos se enteran de la muerte de Chelo gracias a un cartel colgado en la puerta de El Asturiano. Angélica se pone muy triste e intenta no pensar en el asunto arreglando un jarrón sin valor. Víktor se empeña en que su mujer no piense demasiado, pero ésta se enfada y empieza a romper algunas piezas valiosas de la tienda. El anticuario intenta pararla por lo que puede, pero Angi no termina hasta que se fija en un colgante de oro con una cruz. Lo que se le ocurre es regalársela a Felisa para que se la ponga a Chelo y aliviar así su sentido de culpa.

Al día siguiente la mujer se encuentra con Héctor y el inspector Vallejo en el Café del Teatro, y pensando que el primero la va a invitar a una copa, se queda muy desilusionada cuando ve que éste se va. Al volver a casa, Víktor le comunica una buena noticia: un marqués se ha puesto en contacto con él para venderle unas piezas de un pabellón de caza, sin conocer muy bien el valor de ellas. Ésta puede ser la gran ocasión para la pareja y Angi, la encargada de cerrar el trato, se encuentra con el noble en casa de este. Durante el camino la mujer se encuentra con el inspector Vallejo, que le revela, sorprendiéndola, que Héctor está casado.

Finalmente la cita con el marqués no termina como las anticuarios esperaban: Angélica vuelve a la tienda muy cabreada porque el cliente le ha dado plantón y además se ha tenido que cruzar con la hija de este, una mujer muy maleducada que no le ha dejado ni presentarse. Víktor teme que el negocio no se va a cerrar y quiere llamar al secretario del marqués para resolver la cuestión, pero su mujer se lo impide ya que está muy herida y no quiere renunciar a su orgullo y su dignidad. Al final Víktor prefiere renunciar al negocio, ante que ver el sufrimiento de su amada.

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