El sábado, a partir de las 20.30 horas, Natalia Millán se transformará en Carmen Sotillo, protagonista de la obra ‘Cinco horas con Mario’ que llega al auditorio del Centro Cultural Internacional Avilés. La actriz admite estar «deseando llegar» a la villa para meterse en la piel de un personaje que, hasta 2009, sólo había llevado por los escenarios de toda España Lola Herrera.
¿Cómo diría que es esta obra?
-Es uno de los grandes títulos de uno de los más insignes autores españoles. Como es de lectura obligatoria a todo el mundo le suena. Es una obra maravillosa, que hace disfrutar al público y merece ser representada siempre.
¿Por qué lo piensa?
Porque le favorece el escenario. Está llena de ironía y humor y se plasma de una forma clave para entender la sociedad que nos retrata Carmen. Habla de toda una época y a la vez cómo era ella y su marido. Aparecen una galería de personajes que nos permiten ver cómo es la vida en aquellos años, que parecen tan lejanos pero en realidad no lo están tanto, aunque el mundo haya evolucionado mucho.
En 2009 la eligieron para sustituir a Lola Herrera, la única que había sido ‘Carmen Sotillo’ en el escenario. ¿Qué sintió al aceptar? ¿Cómo fue la decisión?
Fue un sí inmediato, rotundo. Ni me lo pensé, porque era un texto maravilloso y me apetecía tanto que ni lo analicé, y de haberlo pensado quizá me hubiese echado para atrás (risas). Y además un papel que Lola Herrera había hecho durante tantos años, con tanta maestría y talento, siendo una referencia del teatro español… Fue un impulso, una decisión con el corazón más que con la cabeza, pero es una pasión y lo disfruto mucho.
El público, además, llena en cada función.
Sí, se llena. Creo que es porque desvela muestra emociones, es un paseo emocional tremendo y con Carmen recorren todos los estados anímicos, hay ternura, sentimientos profundos, mucho humor… La respuesta del público yo la veo clara, escucho las risas e intuyo las sonrisas, noto su perplejidad…
¿Cómo afrontó su personaje?
Tenía mucha curiosidad porque nunca antes había hecho un monólogo, pero es una experiencia maravillosa. Como no hay nadie más sobre el escenario la receptividad de lo que el público siente es mucho más fina, más intensa diría yo. Además, el intercambio emocional es muy importante.
¿Se parecía a algún otro que ya ha interpretado?
No, y además eso es una de las mejores cosas de esta profesión, que los personajes siempre son distintos. Aquí no hay compañía que te apoye en escena, ni hay un diálogo y es sólo una mujer hablando consigo misma y con su marido, aunque muchas veces no espera la respuesta, un poco reflejando su actitud en la vida, que ya daban por sentado muchas cosas el uno del otro. En ese sentido estar sola ante el peligro me obliga a dar mucho más de ti misma para llegar al público.
La obra refleja la sociedad en los años 60. ¿Cómo sería ahora?
Aquellos años eran muy difíciles y lo que estamos pasando ahora, después de la bonanza que hemos tenido, también. Desde el punto de vista económico los años 60 no fueron nada fáciles, la vida era agobiante y las mujeres defendían esos preceptos del nacionalcatolicismo sin darse cuenta de que las mutilaba. Una de las claves de la obra es que a través de la defensa de esos principios vemos una crítica. Me parece que a Delibes se le ocurrió una fórmula maravillosa para esquivar la censura.
¿Se ve mucho público joven en las butacas?
La verdad es que sí, y se notan sobre todo en los momentos de risa. Lo disfrutan y captan la ironía, se lo pasan bien y eso es una satisfacción.
¿Qué opina de los recortes a la cultura?
Por supuesto me preocupan, vivimos un momento tremendo en todos los sectores. Aunque noto que la gente tiene más criterio a la hora de escoger calidad cuando se gasta su presupuesto familiar.
fuente: La voz de Avilés