Las cosas entre Angélica y Rocío parecen cambiar en mejor cuando la primera se presenta en casa de la directora de la revista ‘Sucesos’ para venderle unas joyas de procedencia misteriosa y fascinante, muchas de ellas de propiedad de baronesas y zarinas. Angélica y su marido se encuentran, tras la huida de Hungría, con necesidad de dinero y Angélica, muy celosa de sus joyas, cree que la única persona a la cual sería capaz de venderlas es justamente Rocío, en la cual parece confiar ciegamente.
Durante la visita Angélica le cuenta a Rocío cómo consiguió algunos de sus espectaculares anillos y pulseras, revelando que, durante su estancia en Alemania, tierra en la que conoció a su marido Víctor, gracias a la preciosa ayuda del destino entró en contacto con las personlidades más ilustres del país.
Las bonitas historias de Angélica despiertan la curiosidad de la directora de la revista que, durante una pelea con Jesus Rubín delante de Víktor y Angélica, le pide a esta última que colabore en la revista escribiendo una crónica de su huida hacia España. La cosa no parece hacer muy contento a Rubín que finge con estar contento de las dotes literarias de Angélica.
Otro que no parece estar contento es Víktor, quien no está de acuerdo del todo con las mentiras que cuenta su mujer en el relato y, mientras tanto, se ríe amablemente de ella.
Por otro lado, en la tienda de antiguedades sucede algo estraño: un cura acude a vender unos artículos eclesiásticos, en los cuales figuran unos angelotes de poco valor. Unos días después aparece otro cura afirmando que los bienes comprados por Víktor fueron robados por el otro cura y que Víktor debería devolvérselos sin pedir dinero a cambio. El dueño de la tienda de antigüedades se niega. Esa misma noche alguien intenta entrar a robar en la tienda mientras que Vítkor sigue dentro. Preocupado por su misterioso sello, el hombre intenta esconderlo con éxito detrás de la tela que está pintando Angélica y por eso se cae de la silla de ruedas.
Al día después el hombre parece estar muy preocupado, pero su mujer no quiere dar crédito a esos miedos y los dos deciden pedir ayuda al detective Bonilla para quedarse más tranquilos. Esa misma mañana el cura acude otra vez a la tienda y a cambio de dinero consigue llevarse solamente los angelotes. Antes de que éste se fuera, Bonilla le tiende una trampa y así descubren que ese hombre no era precisamente un cura, si no un ladrón que después de un robo, había escondido el botín precisamente en los angelotes que se le caen de las manos mientras intenta escapar. Bonilla puede devolver las joyas a la policía y Víktor puede quedarse tranquilo ya que nadie parece haber descubierto dónde se encuentra. Y en fin Angélica encuentra una de las joyas robadas en el suelo y de común acuerdo con su marido decide quedarse con ella.