La actriz Natalia Millán es Carmen Sotillo, el personaje que el dramaturgo Miguel Delibes dibujo en Cinco horas con Mario, una de las obras capitales de su producción convertida por derecho propio en un clásico imperecedero de la escena española. La obra se representa en el Teatro Cuyás, hoy sábado a las 20.00 y 22.30 horas, y el domingo a las 19.00 horas.
«No creo que esta obra sea una condena, es muy adictiva», dijo ayer la actriz en el Cuyás cuando se le cuestionó si tras suceder a Lola Herrera, estaba entre sus intenciones emular a quien defendió el papel de la única protagonista de este monólogo desde su estreno en 1976 hasta 2005. «Es una posibilidad interesante y la aprovecharé el mayor tiempo posible».
Es otra la mujer de verbo suelto a la que le llega una viudez inesperada, a los 44 años, en este montaje igualmente conducido por el equipo que lo vio nacer y lo puso en marcha, José Sámano en la producción y Josefina Molina como directora. Y con las modificaciones que el propio Delibes autorizó antes de su fallecimiento. Natalia Millán quiso dejar claro que al decisión de asumir este reto actoral «no es cuestión de igualar ni superar a nadie», en referencia a la herencia del personaje en Lola Herrera, actriz que llegó a identificarse plenamente con la viuda que vela a su marido muerto en un alegato sin fin. «Lola es una actriz que admiro mucho, y lo hice con respeto y humildad. Ella se identificaba más con el personaje, y para mi es muy difícil, soy más observadora».
Millán tuvo ocasión de comprobar el esfuerzo de Herrera en una de las funciones en el año 2002, y respecto a las comparaciones dejo claro que «siempre es diferente cuando un actor encarna a otros personajes».
La acción de Cinco horas con Mario traslada al espectador a 1966 donde «una mujer no era nada sin la firma de su marido, desgraciadamente», en palabras de Gonzalo Ubani, director artístico del Cuyás. Todo ha cambiado, y en opinión de Natalia Millán, «en estos 50 años la vida, la sociedad ha cambiado tanto, aunque a las mujeres nos quedan tantas cosas por hacer».
Desgaste
Nada tiene que ver este rol con los anteriores a los que se enfrentado Millán. Todo lo opuesto a su concurso en series como Amar en tiempos revueltos o El Internado, y menos con el desgaste físico que le supuso espectáculos como Cabaret o Chicago. «La función tiene algo de trance, y la soledad del escenario es una sensación intensa que obliga a una concentración absoluta que termina por facilitar el trabajo», explicó Millán.
El envite no le asustó cuando le dieron el papel. «No llegué a pensar demasiado ni calculé lo que suponía. En los ensayos si tenía la conciencia de lo delicado del asunto, y estoy entusiasmada y absolutamente loca con este proyecto».
fuente: laprovincia.es