"Hacer Cinco horas con Mario es la mejor lotería que me podía tocar"

Natalia Millán

Cantar, bailar y actuar están entre las aptitudes de Natalia Millán, actriz todoterreno que está saboreando la gloria gracias a su papel de Carmen Sotillo en Cinco horas con Mario, una obra que le está haciendo disfrutar de la interpretación como nunca antes.

Natalia Millán

Le han dicho que ha sido muy valiente al aceptar interpretar Cinco horas con Mario. Pero, ¿no es acaso su trabajo?
Sí, lo es. En eso consiste lo hago. Es una oportunidad maravillosa de investigar y de crecer. El papel de Carmen Sotillo está tan bien escrito y tiene tantos matices que es deseable por cualquier actriz.

¿Cree que es una oportunidad merecida?
No sé si uno se merece los personajes o si llegan según las circunstancias. Carmen tiene la misma edad que yo, eso ya es un dato.

La interpretación tiene de bueno que no importan los años. Hay papeles escritos para niños, ancianos, guapos o feos. ¿Es así?
Sí. En esta profesión se habla mucho del tema de la edad. Da la impresión de que los años pueden ir en contra del actor, sobre todo en el caso de las mujeres. Sin embargo, creo que ocurre al revés, que el tiempo juega a nuestro favor. Cuanta más experiencia tienes, más sabiduría acumulas. A mí, los actores que de verdad me maravillan suelen ser mayores, con un bagaje de conocimiento del oficio muy grande, además de personal, que también ayuda para la encarnación del personaje. Es un regalo tener mi edad en este momento, la misma que Carmen, y vivir la oportunidad de interpretar este papel. Antes, hubiera sido imposible.

Es afortunada, disfruta de su trabajo.
Al ser un oficio vocacional, cuando la obra que haces te gusta, la experiencia puede ser apasionante. Sin embargo, dado que exige mucha intensidad personal, cuando no crees en el proyecto y no está bien escrito, defenderlo puede ser muy complicado, incluso puede darte vergüenza. Este tipo de contradicciones te quitan energía e ilusión. Pero, entonces, llega esta obra y un personaje que es un lujo y un privilegio tenerlo en las manos. Es la mejor lotería que me ha podido tocar.

¿Lleva bien hablar sola durante hora y media?
Es mucho más que hablar sola, porque el texto es de una calidad fabulosa. Ha sufrido revisiones que lo han transformado en una síntesis casi perfecta del libro. Lo cierto es que no parece que esté sola sobre el escenario, gracias al diálogo que Carmen mantiene con su marido y toda la galería de personajes que convoca en el velatorio. Eso el espectador lo percibe.

Son muchas miradas posadas en una sola persona. ¿Eso pesa?
Lo que noto es una mayor conexión con el público y con lo que siente. Oigo muy claramente si se ríe y me percato de los silencios. Ese tipo de sensaciones las siento muy cerca. Es algo muy bonito…

¿Le gusta el color morado de la escena?
Sí, sobre todo porque es mi color favorito (risas). Me da mucha energía. Es el que tuvo la escenografía desde el principio del proyecto con Lola Herrera. Josefina Molina, la directora, me explicó que es un color vinculado con el feminismo. Yo lo considero, además, muy mágico porque es frío y cálido al mismo tiempo. Cuando empezamos a ensayar, Josefina y el escenógrafo hablaron de cambiarlo. Yo, mientras, cruzaba los dedos para que no lo hicieran. De alguna forma simboliza todo el legado que he recibido de este equipo.

He leído que le gusta tumbarse en el escenario para relajarse y conectar con el suelo. ¿Lo sigue haciendo?
Ahora mismo no. El peinado no me lo permite (risas). Si me tumbo, lo aplasto. En realidad, es por una cuestión práctica, para estirar y relajarme, aunque es cierto que siento la energía del escenario que, no sé por qué, la tiene.

¿Cuál fue la prueba de fuego de este montaje? ¿Estrenar en Valladolid o en Madrid?
En ambas. Fue un honor estrenarlo en Valladolid, aunque daba mucho susto. Mágicamente fue bien y resultó una experiencia maravillosa. Me dio una inyección de ánimo. Por otra parte, Madrid es mi casa y donde está el grueso de la profesión, así que también era importante, aunque he de decir que ya sentía un cierto poso de tranquilidad.

Lola Herrera dijo del papel de Carmen Sotillo que le había dado mucho, pero que le había quitado otro tanto.
Es verdad, yo lo noto. Prácticamente el cien por cien de la función cae sobre mis hombros, para lo bueno y para lo malo. Estoy desbordada. Es una obra que te absorbe más que otras, pero pienso que todas las cosas importantes exigen esfuerzo. Este proyecto ha despertado mucho miedo y riesgo. Ahora que veo que ha salido bien, lo estoy disfrutando.

fuente: elimparcial.es

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