“Las emociones son las mismas ahora que en los 60 o en el Siglo de Oro”

Muchas horas con Mario… ¿Sigue encontrando matices nuevos en el personaje?
Es el proceso natural con cualquier personaje, encontrar cosas nuevas en cada función. Y más con textos tan ricos como éste.

“Chicago”, “Cabaret” , “El mercader de Venecia”… ¿Es la obra más difícil a la que se ha enfrentado?
Ponerse delante del público es siempre muy difícil, más difícil todavía si, como en este caso, llevas todo el peso de la. función. Aunque esto también tiene sus ventajas: sabes con lo que cuentas cada día, y nadie más que tú misma te va a sorprender en el escenario. Sin riesgo de lesionarte, tan presente en un musical, ni tanto miedo a un fallo en la voz… Creo que se ve más complicado desde fuera, yo lo vivo con el vértigo lógico, sí, pero sobre todo con el gran placer que supone sumer- girse en un personaje tan bien escrito que sólo hay que dejarse llevar…

¿Shakespeare o Delibes?
Esto es como lo de ¿Papá o Mamá?, delante de ellos. No quisiera prescindir de ninguno de los dos.

¿Qué obra le encantaría que le propusieran, por la que dejaría incluso el papel de Carmen Sotillo?
Hay muchos personajes irresistibles esperando ser encarnados, y a su debido tiempo cambiaré el luto de Menchu por otros ropajes… Pero hasta ahora, y cruzo los dedos, he tenido tanta suerte con las obras magníficas en las que he participado, que en vez de soñar con un solo personaje prefiero dejarme sorprender por lo que pueda llegar.

Es inevitable asociar “Cinco horas…” con Lola Herrera…
Las dos están asociadas ya en la historia de nuestro teatro.

¿Recibió algún consejo suyo mientras preparaba la obra?
Uno sencillo, pero infalible: «Confía en el texto, en él está todo.»

¿Le gustaría llegar a representar esta obra durante tanto tiempo como lo hizo ella o más bien cree que sería una condena?
No creo que para ella supusiera una condena. Y yo tampoco llamaría hoy condena a ningún trabajo, y menos a un personaje como éste. Pero evidentemente la larguísima relación entre Lola y «Cinco horas…» es un fenómeno singular.

Esta nueva producción tiene el mismo productor (José Sámano) y la misma di- rectora (Josefa Molina) que la obra estrenada en 1979 ¿Qué supone esta experiencia a su alrededor?
Un legado valiosísimo. La base más sólida que se puede desear en la creación de un personaje. Pero además de su profundo conocimiento de la obra y su puesta en es- cena, o tal vez precisamente por ello, tuvieron la generosidad de darme toda la libertad según mi propio instinto.

La sociedad española ha cambiado mucho desde los años 60…
La evolución ha sido espectacular en todos los ámbitos, de modo que hoy nos parece imposible la falta de autonomía de la mujer de hace tan poco tiempo. Y esto, no vaya a ser que involucionemos, es necesario y saludable recordarlo. Mejor en formato comedia. O tragicomedia.

¿Qué cree que sigue igual?
Las emociones. La sociedad cambia, las ideologías cambian… Pero las emociones son las mismas ahora que en los 60 o en el Siglo de Oro.

¿Qué reproche del personaje en la obra haría suyo?
Haría mía la reflexión a que lleva la obra: No dar nunca por hecho nada, cuestionarse siempre todas las cosas. Especialmente las «Grandes Verdades», que pueden dar cobijo a grandes mentiras.

¿Qué le podría decir a alguien que ya vio la obra para que se decidiera a verla de nuevo después de todos estos años?
Prefiero dirigirme a esos otros espectadores que aún no la han visto o que no la conocen. Es un retrato minucioso de nuestros años 60, mordaz, pero indulgente, al que el paso del tiempo favorece, pues la perspectiva histórica permite captar toda la ironía con la que el genial Delibes consiguió dar esquinazo a la censura, poniendo en los labios de su protagonista un discurso tan disparatado como políticamente impecable en aquel momento. Y la puesta en escena potencia estas cualidades: lo compruebo, por ejemplo, cuando vienen a ver la función grupos de instituto, «Cinco horas con Mario» es lectura obligada en la ESO, muy solemnes al principio, pero que a los pocos minutos de levantar el telón a duras penas contienen las carcajadas , sorprendidos por un inteligentísimo humor que, quizás por su juventud, no llegaron a destilar del todo en la novela. Por cierto, Señores Profesores, dejen que se rían, por favor… es obra de Don Miguel… Y aprovechen, que el final es demoledor…

fuente: Placet

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