Se desnuda ante su marido muerto en ‘Cinco horas con Mario’ y también ama en estos tiempos revueltos en la televisión. Sequeja de los políticos, del maltrato a la cultura y admira el cuerpo desnudo.
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Con la que está cayendo y es capaz de Amar en tiempos revueltos cada tarde ante tres millones de espectadores. Y por si fuera poco, por las noches hace un repaso a su vida ante un marido de cuerpo presente en Cinco horas con Mario en el Teatro Arlequín, de Madrid. Dos años lleva de luto –teatralmente hablando, claro–, pero Natalia Millán desprende color. La tele la hizo muy popular en series como El súper o Un paso adelante, y el teatro le ha dado el aplauso: inolvidable en el musical Cabaret.
No debe ser fácil irse a la cama todas las noches tras el berrinche final de ‘Cinco horas con Mario’…
El final de la obra es demoledor, pero no es demoledora la función. Acabo de salir de una emoción. Lo que me emociona muchísimo es la respuesta del público en los saludos finales; veo a la gente que disfruta tanto y me emociono.
¿No le cuesta desconectar?
No. Este oficio tiene mucho que ver con los juegos de los niños, que están concentrados con algo y gritas: “¡A merendar!” y se olvidan.
Pensaba que desconectaba del papel de viuda con el ‘bikram yoga’, a 40 grados y con una humedad del 40 por ciento…
(Risas) El ‘bikram yoga’ lo utilizo para desconectar de todos los problemas de la actualidad, que son muchos más de los que tiene mi personaje.
Dos años velando. ¿Ve de manera diferente la muerte?
Tengo gente a la que quería muchísimo que se ha ido a tiempo y otra a destiempo. No vivo de espaldas a la muerte, la tengo muy presente y esto me hace ser consciente de que estar vivo es un privilegio y hay que disfrutarlo.
Su personaje, Carmen Sotillo, guarda un secreto y tiene la necesidad de contarlo. Aproveche y desahóguese. ¿Tiene algún secreto que quiera compartir?
Claro que tengo secretos, pero no los puedo contar.
¿Con quién pasaría cinco horas intensas?
Con algunas de las personas queridas que se me han ido para decirles las cosas que no les dije y tenía que haberles dicho. Y con Santiago Carrillo. Lo pensé cuando estaba vivo, le invité un par de veces a la función porque tenía muchas ganas de conocerle. Creo que estar con él sería como dar un paseo por el siglo XX.
¿Y con quién no pasaría ni cinco minutos?
Con un violador de niños.
Pasa una hora y cuarenta minutos sin parar de hablar. ¿Le quedan ganas de charlar cuando se cierra el telón?
Soy tímida y me cuesta arrancar, pero cuando arranco, soy imparable.
¿Los monólogos están de moda o son consecuencia de la crisis?
Es una forma de minimizar gastos, que se han disparado con la maldita subida del IVA. Así es más fácil mantener las obras en cartel porque cada vez viene menos gente al teatro.
El Centro Dramático Galego planea estrenar cinco obras con actores becarios para ahorrar…
Espero que no prospere. Antes, para tener el carné de actor profesional, había que pasar unos pasos, ser meritorio… Se echa de menos que la gente se introduzca así en el mundo laboral para hacerse llamar actor por derecho. Eso me parece una barbaridad, pero también hay mucho jeta que se aprovecha en aras de la crisis.
¿Se nota en taquilla el incremento del precio de la entrada por la subida del IVA?
Está viniendo un 30 por ciento menos de público, incluso cuando en espectáculos como el nuestro no hemos aplicado la subida, pero la gente mira mucho más. He oído, ¡ojalá!, que los políticos van a recular. En Holanda pasó algo similar y la suprimieron porque dejaron de recaudar. Se están cargando la industria del teatro.
Muchos coinciden en que, de no cambiar las cosas, esto es la muerte de la cultura, el mayor valor de la sociedad…
Es la muerte de la cultura, sí. Espero que reculen, pero que se den prisa, porque si no van a dejar muchos cadáveres en el camino.
¿Es usted activista en estos tiempos revueltos?
Voy a las manifestaciones, pero no de cabecera de pancarta, prefiero ir a mi aire.
¿Es hora de dar ‘Un paso adelante’ frente a los gobernantes?
Ahora nos enteramos de todo y ya no vale intentar engañarnos ni manipularnos. Me sorprende que, a pesar de todo, los que están en el poder sigan actuando con total impunidad y sin ninguna vergüenza. Eso me deja pasmada. Demandamos honestidad por encima de todas las cosas, que se queden en la política los que tienen vocación, no los que quieran solucionarse la vida.
No sé si es buen momento tras el 25-S recordar que protagonizó ‘Policías, en el corazón de la calle’.
La visión que se daba en esa serie era la de una policía muy honesta e idealizada. Esa policía existe, aunque también hay mecanismos represores y gente que está tocada del ala… ¡como también los hay entre los manifestantes! Que las autoridades no utilicen ni manipulen ni a los policías ni a los manifestantes.
Según está el patio, ¿se puede amar en tiempos revueltos?
Siempre se puede amar; si no nos dejan amar, apaga y vámonos…
Como experta en el tema, ya que interpretó a una cajera en la serie ‘El súper’, ¿qué le parece la medida de Sánchez Gordillo de saquear los supermercados?
¡Por Dios, no hay que sacar los pies del tiesto! Se pueden reivindicar muchas cosas sin llegar a ciertos límites…
Cambiando de tema, su personaje en ‘Cinco horas con Mario’ se jacta mucho de cómo le miran los hombres los pechos. Usted está muy bien, ¿se animaría a salir en la portada de interviú?
Para convertirme en ‘Carmen Sotillo’ llevo mucho relleno, ¿eh? ¡Vaya preguntita! Un retrato de un cuerpo desnudo puede ser una de las cosas más bellas y de las cosas más feas, depende de quién lo mire y de la sensibilidad del fotógrafo y de su sensibilidad.
¡No me ha dicho que no!
En rodajes tengo por norma no desnudarme. Yo he estado vinculada a la danza y sé que el cuerpo humano es bellísimo, es un objeto de culto, pero también sé que entre la belleza y la fealdad hay un instante. Soy muy consciente de ello e intento cuidarlo, pero ante una cámara, en una serie, es muy difícil que salga el cuerpo bonito. Pero en una foto sí se puede, no te digo nada más. No me lo había planteado nunca, pero te pongo en contacto con mi representante.
fuente: Interviù