La popular actriz Natalia Millán (Madrid, 1969) es la que ahora da aliento a Carmen Sotillo, la esposa que vela a su marido en «Cinco horas con Mario», uno de los montajes teatrales más populares en la historia reciente. Se representa el sábado que viene (20.30 horas) en el auditorio de Avilés en su versión remozada. El productor José Sámano es el responsable de la versión dramática de una de las novelas más conocidas de Miguel Delibes. La actriz Lola Herrera había sido hasta ahora la esposa antigua durante años y Natalia Millán toma el relevo y lo hace con el beneplácito del público y la crítica.
Carmen Sotillo es una mujer…
…con una mentalidad peculiar que deja perplejo a un espectador actual. Es curioso, han pasado apenas cincuenta años y estamos ahora tan lejos del pensamiento de esa mujer. A través del soliloquio Miguel Delibes traza el retrato de una época entera: los años sesenta. También es verdad que, a pesar de que se trata de una mujer que vela a un fallecido, es una obra con mucho humor.
El espectáculo se sostiene sobre la novela de Delibes.
Tal cual, aunque adaptando las cinco horas a sólo 90 minutos. Se pasa volando. Todo cuanto dice Carmen Sotillo sobre el escenario lo escribió Miguel Delibes. «Cinco horas con Mario» es, sin duda, la perfecta tragicomedia.
¿Con quién se queda? ¿Con Mario o con Carmen?
Con Mario, por supuesto, aunque a Carmen le tengo cariño. En este oficio mío hay cosas buenas y otras no tan buenas. Existe la premisa de que un actor no puede juzgar al personaje que interpreta: tienes que comprender las razones que explican sus movimientos. No la condenas, entiendes sus razones. Resulta que Carmen defiende sus principios y no se da cuenta de que esos principios la están mutilando como mujer. Cree que si deja de defender ese orden aprendido el mundo se desmoronará, aunque quizá lo que necesita es que ese mundo se venga abajo.
¿Y Mario?
Lo mejor de «Cinco horas con Mario» es que no es una función maniquea. Miguel Delibes es crítico, a la vez, con Mario y con Carmen. Concluye una cosa: si hubiera habido comunicación entre ambos ella habría dejado de decir disparates y él se hubiera enriquecido más.
¿Cómo es eso de participar en un montaje que ya es un clásico?
Personalmente es un gozo. La contestación del público es fascinante. Disfrutan, se lo pasan bien. Los silencios son emocionantes y las carcajadas, contagiosas. Me paso la función como en trance y al final me esperan y me dicen cuánto han disfrutado. Es lo mejor.
No son buenos tiempos para la ficción española en televisión.
La calidad de la ficción en TVE es indudable: acaparaba la audiencia. Si descienden las producciones no quiero pensar qué va a pasar con los programas de evasión. Tenemos que cuidar la tele porque es una ventana que se asoma a todas las casas.
Usted, por ejemplo, en «Amar en tiempos revueltos».
Mi compromiso es esta temporada que está acabando.
fuente: La Nueva España