Entrevista de Julio Bravo
Natalia Millán lleva algo más de tres meses (más el período de ensayos) sumergida en la personalidad de Carmen Sotillo, la protagonista de «Cinco horas con Mario», en la adaptación teatral de la novela de Miguel Delibes.
La producción de José Sámano, dirigida por Josefina Molina, es una de las funciones legendarias del teatro español, y permanece en el recuerdo de quienes vieron a Lola Herrera (y también en el imaginario de muchos que no la vieron). No le asusta -aunque sí le impone- la comparación con la actriz vallisoletana, y confiesa sus nervios ante la presentación en Madrid de la obra, que se estrenó el 30 de septiembre en Valladolid. «Todos los teatros y todos los públicos son igual de respetables, y siempre se hace con la misma entrega y la misma ilusión, pero sí es verdad que hay más nervios en Madrid; yo soy de Madrid, y aquí están mi familia, mis amigos. Y eso emociona especialmente. Además la repercusión de una función en Madrid es lógicamente mayor. Hay más nervios siempre».
¿Cómo valora estos meses que lleva metida en la piel de Carmen Sotillo?
Muy intenso, como se puede imaginar. El período de ensayos, el aprendizaje del texto… Pero a la vez un viaje apasionante por la palabra de Delibes. Es algo maravilloso. El estreno en Valladolid fue emocionantísimo: la tierra de Delibes, la tierra de Lola Herrera. Tenía todo el respeto y un temor enorme, pero fue un estreno fabuloso, tuvimos una acogida maravillosa. Y la respuesta de la familia de Delibes: sus palabras fueron una inyección para mí de ilusión, de seguridad, de alegría. Algo que no voy a poder olvidar en la vida. Me dio mucha fuerza para la gira. Y luego nada, seguir buceando en esta mujer tan singular y, a través de ella, en Mario, en aquella sociedad, en aquella forma de pensar. Es como un trance.
¿Hemos cambiado mucho respecto a aquella sociedad?
Sí y no. Lógicamente, España ha cambiado mucho desde 1966 hasta ahora, especialmente para la mujer, que ha alcanzado cotas de autonomía que probablemente ni soñaba. Pero en otros aspectos no hemos cambiado nada… Pero no desde esa época, sino desde el Homo Sapiens. La dificultad de comunicación de las parejas, por ejemplo. Y se ponen sobre la mesa temas como el racismo o el clasismo, que son totalmente actuales. Pero la mentalidad, la forma de pensar, la forma de conducirse, sí ha cambiado. Habla Carmen del seiscientos como uno de sus grandes sueños y sus grandes frustraciones…
¿En el texto había algo que le chocara especialmente?
Muchas, muchas cosas… Gracias a Josefina Molina, la directora, pude entenderlas. Se han hecho algunos cortes, mínimos, precisamente porque yo no lo entendía, y eso hizo pensar a José Sámano, el productor, y a la propia Josefina que quizás iba a ser confuso para el público. Por ejemplo, se mencionaba a las Damas del Ropero o el detente; yo no sabía que eran una institución de caridad de Valladolid, y que el detente era una imagen del Sagrado Corazón que se ponía en el pecho a la gente para protegerlas… Detalles que no conocía, que en la época del estreno todos sabían lo que era pero ahora ya no. Y pensamos que con ello se oscurecía el texto.
¿Y en cuánto al personaje?
Carmen me ha dejado perpleja muy a menudo. En concreto, había una contradicción que yo no entendía cómo se podía producir. Por una parte es una mujer llena de deseos sensuales y los manifiesta, se los cuenta a su marido; siempre tiene alguna una justificación, pero los reconoce bastante abiertamente. Y a la vez tiene unos principios morales que entran en una contradicción total con estos deseos. Y no lo entendía bien. Entiendo que los tengas y que no te parezcan bien y que por eso te flageles para no tenerlos, pero no que estés hasta orgullosa de ellos… Es ese comportamiento siempre pensando en el qué dirán. Quiero pensar que esto lo hemos superado hoy en día y somos más libres. Pero tengo mis dudas.
¿Ya conoce del todo a Carmen?
¡Qué va, me queda mucho por aprender y descubrir de ella!. Pasa con todos los personajes. Con éste en concreto ya he llegado a un lugar relativamente profundo, pero se puede seguir, claro… Y esto es muy estimulante.
¿Ha habido reacciones del público que le hayan llamado la atención de alguna manera?
Alguna me ha sorprendido especialmente y me ha resultado muy gratificante. Tengo la sensación de que Carmen es un personaje con el que es difícil empatizar y cogerle cariño. Y más de una vez alguna señora se me ha acercado muy emocionada porque se había sentido muy identificada. Supongo, quiero pensar, que en algún tema de pareja, en algún sentimiento de culpa de una infidelidad, que puede estar en cualquiera de nosotros… Me emocionaba que llegara la parte más humana de Carmen a los espectadores, y no sólo la parte mezquina, que la tiene. De alguna forma, Delibes se sirvió de ella para retratarnos a Mario y hacer de él el protagonista ausente. Yo pensaba que era más fácil cogerle manía que cariño.
La mayoría de los actores dicen que deben enamorarse de sus personajes. ¿Le está costando enamorarse de Carmen Sotillo?
Le tengo mucho cariño ya… Pero era una de mis preocupaciones, porque yo tenía una premisa: No quiero juzgar a este personaje, no quería hacer una caricatura. Quería entenderla, quería comprender, y he logrado comprenderla. Ella dice todo aquello que le han enseñado. A ella le han inculcado unos principios, una moral, una forma de pensar desde pequeña, y todo su mundo está cimentado ahí. Si ella en algún momento se cuestiona alguno de estos principios fundamentales el mundo se le cae. No le queda más remedio que seguir defendiéndolo aunque entre en contradicción consigo misma. Aunque como mujer se sienta frustrada, sienta que no ha desarrollado todo su potencial de emociones, de sentimientos, sexual… Porque está encarcelada en esos principios… Pero ¿qué hace?
¿Ella quería a Mario?
Yo creo que sí. Pero Mario no entra en los esquemas de esto que hablamos. Es un hombre que no está adaptado a su sociedad, que critica el régimen, que se busca enemigos, que no puede medrar ni avanzar socialmente por todas estas cosas. Porque no busca las amistades convenientes que Carmen quisiera que buscara… Sí, le quiere, pero no entra en el hombre ideal que a Carmen le han enseñado que debe de ser. Y le tiene mucho rencor también; Mario además no es el bueno y ella la mala. Delibes lo dice al final. Todos somos malos y todos somos buenos.También Mario fue mezquino en algunos sentidos. Por ejemplo, él tenía una mentalidad más abierta, más progresista, más de izquierdas. Y sin embargo no era menos machista con su mujer que la mayoría de los hombres de su época y de su entorno. Y tampoco parece que le haya prestado mucha atención a Carmen y a sus cosas. Ella dice verdaderas barbaridades, pero ella debería haberle ayudado a salir de algunos errores, a ampliar su mentalidad. No a desterrar la que tenía ni a romper sus principios, pero sí a enseñarle que hay otras formas de pensar, incluso para que ella dejara de criticarle para que le comprendiera más. A lo mejor fue así en un principio, pero tiró la toalla. Sí da la impresión de que ella le habla como le hablaba cuando estaba vivo, de lo que deduzco que él no era un gran conversador.
¿Es una mujer frustrada, arrepentida, acomodada a su situación? ¿La muerte de Mario es para ella una liberación?
No creo que sea una liberación, aunque haya puntos de vista distintos. Es verdad que es una mujer muy insatisfecha a muchos niveles y que se ha dejado llevar por una pasión extramatrimonial -que por cierto, ha salido fatal-, y que le ha llenado de mayor frustración aún. Y que eso no le ha hecho sentir bien, y que tiene la necesidad de confesárselo porque ha sido el día antes de la muerte de Mario. Yo creo que sí le duele la muerte de Mario por el cariño que le tenga, y además porque es una mujer viuda, de 44 años… En esa época era una pobrecita; para una mujer sola era muy difícil sacar adelante a una familia. Una mujer que sólo sabe ser ama de casa. Tanto por la pérdida como por la situación a la que se enfrenta no creo que le haga ninguna gracia que Mario desaparezca. A pesar de que está llena de reproches hacia él.
Todos los personajes modifican a los actores, pero algunos más que otros. ¿Carmen Sotillos está cambiando a Natalia Millán?
Hay una parte inconsciente, pero hay algo que sí he notado. Todas esas vueltas, esa necesidad de buscar, de entender al personaje, me está haciendo crecer como actriz, independientemente del resultado de mi interpretación. Me obliga a una exploración que debe hacerse en todos los personajes, pero no con toda intensidad. Y la última frase de Delibes, que parece algo muy obvio, la tengo muy presente en la función y en la vida. Todos somos buenos y todos somos malos. Es fácil caer en el maniqueísmo, pero hay que desterrar la hipocresía. Todos tenemos una Carmen Sotillo dentro. Hay que ser humilde y reconocer las miserias y las debilidades que todos tenemos; también, claro, las fortalezas y las virtudes.
¿Se ha planteado cómo podía ser la vida de Carmen Sotillo después de la muerte de Mario?
Josefina Molina y yo lo hemos hablado mucho. Es difícil saberlo. Con toda esta noche de hablar con Mario tiene una oportunidad de darse cuenta de ciertas cosas, pero por la última escena parece que lo que ha pasado no le va a servir de mucho. Quizás sea demasiado pronto, está todavía dentro del trauma de la muerte del marido. Yo quiero pensar que sí va evolucionar, le he cogido cariño a Carmen a pesar de las barbaridades que dice.
¿Es difícil interpretar a un personaje sin tomarle cariño? ¿Se puede?
No te queda más remedio que empatizar con él de alguna forma y hurgar en tus miserias. Intentar establecer ciertos paralelismos. Ella dice que hasta los negros de África quieren darnos lecciones cuando no son más que caníbales, y es algo que me produce repugnancia. Pero de pronto me planteo: ¿nunca he tenido un pensamiento racista? Me lo pregunto varias veces y a lo mejor descubro algo. Afortunadamente son impulsos que controlo, pero ¿qué pasaría si…? Es algo muy terapéutico, porque te das cuenta de esas miserias que no quieres reconocer que tienes. Y eso creo que te hace ser mejor persona. Y, como decía mi padre, aborrece el delito pero compadece al delincuente.
Probablemente en Carmen no sea tanto un problema de racismo como de desconocimiento…
En gran parte lo que le pasa a Carmen es que es una gran ignorante porque no se estilaba que las mujeres estudiaran. La madre de Carmen, y ella lo cuenta como algo gracioso, decía que a una muchacha bien le sobra con saber mirar, saber pisar y saber sonreir. Y eso no lo enseñan los catedráticos. Gran parte de las barbaridades que dice son por pura ignorancia, algo que incluso podía estar visto para una mujer de la época. Alguna vez he pensado cómo sería Carmen hoy, porque tiene cierto ingenio, sentido del humor, incluso brotes de liberalidad que me hace pensar que si hubiera nacido hoy sería una mujer que disfrutaría de la vida.
Fuente: abc.es
que interesante! y con respuestas muy largas!!
Muy interesante sí sí!!!! Natalia ha profundizado un montón en las preguntas, me ha encantado
Simplemente genial. Me fascina como profundiza en las respuestas, se nota que a parte de gran actriz es una persona culta y con unos principios admirables. Hay que tener mucho valor y humildad para hacer lo que ha hecho ella, que es plantearse si realmente nunca ha tenido pensamientos, digamos, mal vistos hoy en día. Como podrían ser el racismo o el clacismo, por mucho que de entrada nos resulte algo imposible y que va totalmente en contra de nuestros ideales. De verdad que es una obra de terapia, de reflexión interna…